Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. (Eclesiastés. 3:1)
Una niña pequeña, que aún no era consciente del paso del tiempo, cuando viajaba con sus padres y se cansaba de estar en el vehículo preguntaba ¿cuanto queda? Y le respondían un cuarto de hora. Más o menos al finalizar ese cuarto de hora, la niña volvía a preguntar ¿cuanto queda? Y le volvían a responder un cuarto de hora. Aquella niña no era consciente de cuanto media un cuarto de hora, solo quería que acabara ese viaje cansado.
A veces nosotros también somos muy impacientes, cuando queremos algo muchas veces somos incapaces de calmarnos y esperar. Lo necesitamos ahora. Cuando le pedimos a Dios, le pedimos con ansias y con ganas de que de una respuesta clara y positiva e inmediata a lo que pedimos. Pero estamos equivocados, es difícil tener paciencia y esperar y esperar hasta que Dios te responda.
Él tiene otra visión del tiempo, una que para nosotros es muy compleja e imposible de ver. Pero solo se que el tiempo de Dios es perfecto. A veces es complicado esperar pero merecerá la pena, el puede ver lo que ahora mismo somos incapaces de observar o comprender. Es difícil ser paciente, aún seguimos siendo como niños, ansiosos por quererlo ya. Dios dice tened fe en mí que yo os bendeciré. Tened paciencia y os recompensar.
Hoy tengamos fe, valor, calma y oremos por todo aquello que nos aflige pues Dios lo solucionara en el momento adecuado.
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